sábado, 14 de noviembre de 2009
Dossier de opiniones...
por.....
Federico Sánchez
Dossier 1
La Democracia:
quintaesencia del desarrollo sostenido, sustentable
Desde los inicios de la democracia greco-latina (y que prácticamente fuera interrumpida y distorsionada desde los tiempos de la Grecia de Platón, Aristóteles, y Pericles, y que aún era muy imperfecta) hasta los inicios de la democracia moderna como nuevo concepto ampliado, hasta nuestros días, siempre se ha considerado que “tanto el más pobre como el más rico, tienen una vida que vivir”, según la feliz expresión, en 1647, del coronel inglés Rainboro. Y es así; todos tenemos, debemos ser consecuente con esa proclama.
Democracia es consenso. Un consentimiento mayoritario, respetando a la minoría. Debe ser un resultado. Una convención. Nunca una condición impuesta. La democracia se catapulta como un fin y un medio convocados, a la vez; sin que el fin, si es obsoleto, coercitivo y divorciado de la realidad, justifique el medio.
La democracia está plagada de valores, inherentes al ser humano, en sus actividades diarias, que se han forjados en su discurrir histórico; valores que son los que le dan sentido a la esencia de una nación, digna de vivirla.
Y es así que como valor político, la democracia es inherente a todo espíritu humano. Surge en valor social inmerso en el derecho individual, en toda actitud y aptitud libertarias. Se manifiesta con signos de responsabilidad cívica, con apego a la seguridad colectiva en una dimensión dignificante. Gratificante.
En su rol de valor político se socializa a través del derecho a disentir, al enfrentamiento de las ideas, contradictorias o no, que como choque resulte un nuevo elemento consensuario.
Como valor económico, la democracia es enemiga acérrima de la pobreza. La equidad social apela al más intenso y renovado sentido democrático a fin de crear un bienestar manifiesto con igualdad de condiciones, y con un derecho individual para todos. La mayoría debe respetar a la minoría, y viceversa, sin importar las contradicciones y las disensiones ideológicas.
Como valor moral la democracia se confunde con la historia de las libertades y la independencia de los pueblos, de su cultura y su derecho a ser libres e independientes, a poseer sus propios signos civilizados, esto es, su genio creativo, sus costumbres, sus tradiciones, sus derechos públicos consagrados en las constituciones (“Libre expresión del pensamiento”, “Derecho a asociación” a “huelga”, a la “Educación”, a la “Alimentación”, al “Libre tránsito”, etc.).
De ahí que moral y política siempre estén en pugilato constante, cuando ésta, en nombre de las ideologías (de cualquier tipo, incluso religiosa), conculca los derechos de los demás. Y es que la moral no es una teoría. Es una práctica. Los hechos determinan su comportamiento, afables o detestables, y la política, con sus hechos desdice mucho de su teoría moral.
Quizás el valor más trascendental está estigmatizado en la educación, en todos los niveles formativos y como patrón de conducta, de superación personal y colectivo, de toda la sociedad. Y de la educación de la democracia, constante, dirigida como sinónimo de igualdad y tolerancia, incluyendo el derecho de la escogencia, depende sobremanera, y no subrepticiamente, sino clara, transparentemente, que una nación se desarrolle hacia los nuevos tiempos de la intertransculturización global (un paradigma que es imposible de evadir). Es vital este proceso para que la sociedad se transforme con una cultura sui géneris, envolvente, inclusiva y exclusiva, al mismo tiempo. Esa diversidad cultural, homogénea y heterogénea, sólo es posible con una comprensión integral de la democracia. Y todos los estamentos sociales deben participar conscientemente. Educando en ese sentido se puede lograr.
Si “sólo la educación salva a la nación”, como orgullosamente y súper interesado expresara, enarbolando su dedo didáctico, Leonel Fernández, en uno de sus discursos presidenciales dirigido precisamente a la nación, entonces hay que entender que debe estar ligado al desarrollo en general, progresivo, que en estos momentos es desigual en todo el territorio dominicano, y por lo tanto debe implementarse un desarrollo sostenido, sustentable, con fuerza y valor. Combinado. Con voluntad. Con unidad en la diversidad.
Otro de los valores sinequanón son los medios de comunicación de masas, que deben fungir, más que fingir, como entes educativos, contraviniendo la inclinación masificadora con que “algunos productores” los orientan (que por suerte no son todos), convirtiendo esos medios en instrumentos de persuasión pervertida y de esquematización de la conciencia, heterodirigida, sin consenso nacional; tan sólo incesantes estimuladores de emociones insatisfechas. A veces rayando en la irracionalidad. La robotización es incisiva y antidemocrática, pues sólo unos cuantos pueden manipular sus mensajes dirigidos, digitales. Conculcados. Darle un mejor uso y funcionamiento a esos medios tecnológicos hacia una toma de conciencia de integración social y de desarrollo del intelecto, es un deber de todos. Y en consecuencia, democrático.
De igual modo, la “opinión pública”, en su rol de vigilante, detector de irregularidades y muro de contención de corruptelas inconsecuentes, debe cumplir su misión perseverante de velar por la confraternidad y el derecho de expresión individual y colectivo. Ante cualquier acritud intolerante de los “acreedores” del poder, públicos o privados, la sociedad civil, los “grupos de presión” (en tanto no presionen para usos egoístas, individuales, sino colectivos) precisan elevar su voz de alerta, inmaculada, impidiendo que pisoteen la democracia y el derecho a disentir.
El “espíritu democrático”, que es humano (para Ortega y Gasset “el hombre está condenado a ser libre”) se manifiesta de una forma natural en la convivencia social, que en lo más profundo de su instinto colectivo, de su alma multifasial, es un espíritu transigente, aunque puede ser contradictorio a veces, contestatario. Empero, es la dialéctica que le permite desarrollarse. “Unidad y lucha de contrarios”, diría Federico Hegel, confirmado por Carlos Marx (aunque este último lo expresara en vía contraria en su aspecto ideológico).
En el proceso de un sistemático y progresivo plan democrático se debe incluir una diversidad de factores que influyan humanamente en el instinto libertario del hombre, y también en su ansiedad desagregacionista, cual humor que se expresa complaciente. Es preciso, menesteroso, imprescindible, incluso imperativo (en tanto “imperativo categórico”, como norma moral universal, al decir de Enmanuel Kant), que en ese plan se contemple una mejor distribución de los ingresos individuales y colectivos de todas las riquezas del país, estatales o privados; una autonomía nacional, sin caer en el chauvinismo trasnochado y bochornoso de los fundamentalismos religiosos-ideológicos- nacionalistas; una cooperación interpartidaria, con derecho a reclamos y exposición de los grupos minoritarios; una gobernabilidad institucionalizada en todas las instancias políticas (recordando al “Kuo-Ming Tang”, partido de la oposición de la comunista China, al decir que “la antítesis de la democracia es evitar partido de oposición, y oposición dentro del partido”, como sucede en los partidos únicos en varias sociedades del planeta, y con un solo liderazgo muy personalizado, caudillista); también debe prohijarse una autonomía regional, con programas de desarrollo propio, con posibilidades federalistas o confederalistas o de cualquier otra índole; el concepto elegido no tiene importancia; con unos planes de desarrollo estimulativos, emulativos, cada cierto tiempo, quinquenales o decenales si se quiere; en fin, valorar los hechos de la historia nacional e internacional, recientes o lejanos, que enseñen tanto para imitar creativamente como para corregir los gazapos espinosos.
Un plan de desarrollo, equitativo, quizás desigual según la región, pero “combinado”, como lo manifestó una vez León Trosky, ligado a una fuerte dosis de democracia, es más que suficiente para emprender el camino del verdadero progreso. Sostenido. Sustentable. convertido en pilar o quintaesencia del nuevo orden democrático.
Las mayorías (anónimas o agrupadas en entidades partidarias), los grupos minoritarios de presión social en democracia (económico, gremiales y político), los idealistas, los paternalistas, los oportunistas y arribistas, los fundamentalistas, el educando y el educador, el padre, la madre y los hijo-as, el simplista y el absolutista, el machista, el sodomista y la feminista, todos entran en el juego de la democracia y en estos planes de desarrollo, y saber mover
sus fichas con apegos libérrimos y sin perturbación, ni estropicios, ni coerción, ni abocados a abrogarse el derecho que les concierne a los demás, permite el libre albedrío de las ideas, por consentimiento. “Unidad y lucha de contrarios”, repito, respetando, respetándose. La pluralidad es diversidad; diversidad es mayor posibilidad de desarrollo y enriquecimiento espiritual, en su sentido racional.
El concepto democracia hay que acuñarlo, mordearlo, esterotiparlo con posibilidades de renovarse. Estimular sus objetivos como un fin, como un medio. Reconocer sus beneficios sociales, sus atributos. Perennizarlo como algo inherente, intrínseco al instinto del “ser humano”, quien “está condenado a la libertad”. En fin “Cambiar la vida” (Artur Rimbaud) y “Transformar el mundo” (Carl Marx), pero consensual, consentidamente, que se convierta, a un tiempo, en un convencionalismo racional y/o emotivo (sin contradicción).
La contienda a favor de la democracia ha sido intensa y difícil, y al principio de este tercer milenio y final de su primera década, se ha comprendido que, a fin de cuentas, es lo más importante en el desarrollo integral, moral y económico de una sociedad y debe importarle, y le importa, a todo ser humano; que, a contrapelo, es inherente a la equidad y/o a la justicia social y se le debe cortar el paso con argumentos sólidos, con ideas contradictorias, que nunca con violencia o presión inhumana, a quienes la distorsionen en nombre de causas baladíes y/o argumentos pocos comunes; que, contra vientos y mareas, está por encima de los estropicios políticos, ya militares, ya radicales, ya bárbaros, infringiendo el curso normal de la historia que marcha hacia un fin colectivo con derechos individuales y colectivos y en un Estado de Derecho inalienable. Sobreponiendo la moral a la política.
Que así sea, que nunca lo contrario, y en esto último acepto que alguien disienta de mí.
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Dossier 2
Palestina Vs. Israel
del ocaso de un pueblo al surgimiento de otro
Desde los tiempos de Mahoma, y siendo territorio de enfrentamientos bélicos, en Palestina confluyen intereses que proceden de diversos criterios y egoísmos particulares. Como roedor taladrando constantemente la tierra fértil que rodea el desierto, el conflicto de los judíos y los palestinos, desde 1948, ha devenido más irracional que esperanzador, por la cerrazón que muestran algunas potencias en juego, tratando de preservar sus intereses económicos-políticos-nacionalistas e ideológicos-religiosos.
Hasta el derrumbe del muro de Berlín, los rusos estaban apoyando a los palestinos; hoy son, solamente, los países árabes poderosos (Liga Arabe), quienes no aceptan otra religión (Musulmana o Islámica) en su centro terrenal, aunque desde hace poco tiempo Arabia Saudita ha mostrado disposición de ceder en sus pretensiones fundamentalistas (hace dos décadas Egipto cedió reconocimiento al derecho de Israel a un espacio, pero con sus limitaciones).
Hace unos años los grupos armados, algunos fuera de la franja de Gaza, se resignaron y optaron hacer un armisticio o tregua de paz durante tres meses: el Movimiento de la Resistencia Islámica -Hamas-, la Yihad Islámica y el brazo armado del Al–Fatah, los brigadistas impredecibles del Al Aksa, todos con la venia de las pasadas autoridades palestinas, su fenecido Presidente Yasser Arafat y el primer Ministro Abu Nazen, y en cierta forma los dirigentes del Frente para la Liberación de Palestina -FLP-. En tanto Estados Unidos, Francia e Inglaterra, o sea el mundo occidental y cristiano, tanto Católico como Protestante, apoyan incondicionalmente a los judíos, aunque estos no reconocen a Cristo como su Mesías. Intereses económicos unificados a contra pelo de una cuasi contradicción religiosa.
De igual modo, hay otro inconveniente muy petrificado que incide en el comportamiento guerrerista, a veces rayando en el terrorismo del mundo árabe, jordano y judaico, a saber: la pasión religiosa que es azuzada a su vez por las aspiraciones nacionales de cada secta: cristianos (del líbano), beduinos (de Jordania), musulmanes (chiítas, kurdos, sunistas), y judíos; hay que aclarar que no todos los árabes son musulmanes; los hay cristianos; y un gran porcentaje de judíos, a la vez, son de origen árabe.
Para el mundo moderno este conflicto cobra interés, se hace parte de las preocupaciones del hombre que quiere la paz. Que es inevitable e ineludible. Si los palestinos tienen derecho a la vida, a un territorio libre (libre de aprensiones y presiones foráneas), a formar una Estado o una Nación (de hecho son una Nación, pues conservan sus tradiciones culturales, sus costumbres, su relgión, su idioma, al igual que los otroras errantes judíos, que fueron una nación aón en la diápora), por lo tanto los mismos derechos tienen estos últimos. Pero el sectarismo burocrático, religioso, ideológico, tanto de parte de uno como de otro, imposibilita el diálogo abierto, crítico, no fugitivo de la paz. Puede ser utópico, que no imposible.
Después que se produjo el Holocausto, en donde los desmirriados y errantes judíos se convirtieron en ovejas de Hitler, directo al matadero, a las hogueras incesantes, al crematorio que expedía un hilillo de humo con olor a sangre ocre, estampando en el aire las cenizas de la injusticia y la impunidad, de la sinrazón y la barbarie, como recordando los azotes de Atila y acompañados de los rugidos de los elefantes y como si los avatares anticristianos de los primeros siglos de la Nueva Era fueran caricaturas del terror, algunos estados sionistas (Sión es sinónimo de Jerusalén, Ciudad de la hoy Israel que estaba dominada por Jordania y una parte por los palestinos) como Francia, Inglaterra y Estados Unidos, en 1948 propusieron e impulsaron un Estado Judío en Palestina, que era su antiguo territorio, tal como lo señala la Biblia, y que habían sido desterrados desde el siglo VII por los árabes mahometanos, con su propio libro a la cabeza, El Corán, tiempo en que éstos se desplazaron militarmente hacia Africa y Europa y que fueron detenidos por Carlos Martel (padre de Carlos Magno) en la batalla de Poitiers, Francia, evitando el avance musulmán sobre el mundo cristiano occidental, ya imperante. En 1492 los árabes o Moros finalmente fueron expulsados de España (con el llanto inevitable del califa Boabdil), dejando esparcidos en toda Europa a cientos de judíos y cristianos árabes. Con el reducto árabe que quedó, luego de su expulsión de la península iberiana, los musulmanes formaron el Imperio Otomano, pero ya reducido al Asia Menor, siendo Turquía su cabecera.
Con la propuesta del mundo occidental, en 1948, de formar el Estado Judío (que a pesar de su errabunda e incesante dispersión, repito, formaban una Nación), los palestinos, lógicamente, pusieron resistencia a compartir su exiguo terruño con los israelíes, que no les eran extraños, pues simultáneamente proceden de la misma raíz hereditaria, en su acepción congénita y de la misma urbe territorial. Sus diferencias, más que de sangre, eran, son religiosas: judíos y musulmanes son incompatibles, como éstos y cristianos en el Líbano, como kurdos y sunitas (heterodoxos) y chiítas (ortodoxos) en Irak (éstos últimos seguidores de Alí, yerno y único descendiente de Mahoma, éste autor de “El Corán”, su único e impositivo libro sagrado; aunque el ya “malogrado” Saddam Hussein -sunita- también se proclamó como otro descendiente, para engatusar a los Chiítas, hoy gobernadores de ese oriental país, a contrapelo del todopoderoso EEUU, que simpatiza con los kurdos que son más liberales políticamente...aunque más tradicionales en la orden sacerdotal -o Shánica-), que también ocupan un mismo territorio, pero no congenian a pesar de tener la misma ascendencia histórica y sanguínea. La diferencia entre unos y otros es de matices religiosos, como las sectas protestantes del cristianismo, aunque éstas son menos radicales o más tolerantes.
Todo por la causa del fundamentalismo obsesivo, que en el caso del Islám es muy militarista y, a la vez, una orden religiosa estimulada por una ortodoxia exclusivista, universal, portadora de la “verdad única, trascedental”; en tanto Israel es más proclive a la guerra en defensa de su terreno, más que a la religión, pues son más tolerantes en ese aspecto, sin dejar de reconocer que los judíos, que no aceptan a Jesús, son más radicales que los cristianos. Pero ambos métodos belicistas utilizados son terroríficos. Israel no cede por temor a que colonias emigrantes palestinas les invadan y abarquen todo su entorno, de ahí sus detestados y aborrecibles muros de contención extendidos en la frontera, principalmente en Gaza, como en los insufribles tiempos de la Alemania socialista, con El Muro de Berlin. Símil poco loable, y que no le va a estos actuales judíos, pues la historia no debe repetirse como una “farsa” o comedia barata, sino para corregir errores.
Los palestinos con El Corán, y los judíos y cristianos con la Biblia (con el viejo testamento, el primero, con el nuevo testamento, el segundo), podrían convivir pacíficamente si se los proponen. Entre ambos libros hay muchas coincidencia de comportamiento, de códigos religiosos, de actitud para con la vida. El elevado índice de afinidad en las costumbres, la religión y la idiosincrasia de ambos pueblos es muy aproximado (una lectura rápida, comparativa, de ambos libros nos lo demuestra), aunque con un dejo de incongruencia debido al distanciamiento que antes de 1948 habían tenido. Se puede asegurar que cuando Mahoma escribió El Corán ya tenía conocimientos amplios sobre el contenido de la Biblia; aunque han asegurado que este líder religioso acuñaba un alto índice de analfabetismo, lo cual dudo (si se me permite la duda metódica cartesiana).
De modo que observándose estas afinidades de judíos y palestinos, se podría colegir sin apasionamiento y basado en criterios reales, que el conflicto prorrumpió principalmente por la intransigencia de varios estados árabes opuestos a la conformación de una nación judía: Libia (que fue la propiciadora principal del terrorismo palestino), Egipto y Siria, llevaron la voz cantante. Luego Egipto tomó una actitud menos exclusivista. Los israelistas, desde entonces, mantienen una lucha campal con estos estados. La última ofensiva y contraofensiva de “Los hijos de Jehová” se produce desde hace varios meses frente al grupo guerrilloro Jebolah, del Líbano (donde viven miles de cristianos que los judíos no respetan), y donde Israel ha demostrado su implacable poder bélico, sobre todo con sus archi famosas bombas volátiles multiexpansivas.
Desde que el malogrado presidente de Egipto (Anwar al-Sadat), con su inteligencia pacifista, concertó acuerdo con Israel en busca de la tranquilidad del Cercano Oriente (quizás por eso lo asesinaron) la situación se calmó, resurgiendo de nuevo en los 90’s. Ahora es Israel que no quiere reconocer un Estado Palestino en términos decorosos. Craso error; eso evitaría una paz permanente y mantendría el conflicto, pues tiene de frente al Hamas, brazo armado del Frente, gobernando constitucionalmente el cuasi estado palestino, otro desliz para el todopoderoso EEUU (como el desliz de los ganadores chiítas en Irak, en las pasadas elecciones).
La sinrazón de Israel de no reconocer un territorio libre para los palestinos, o un Estado Soberano, ha llevado a los extremistas palestinos a utilizar la violencia como método de lucha, aunque se veía a un Yassert Arafat, líder de la Autoridad Palestina en vida, amarrado entre éstos y los exigentes judíos y compelido a que detuviera ese método. La falta de un Estado Palestino, con instituciones democráticas, coparticipativas, y un Poder Judicial independiente, es lo que ha impedido, además del ideal religioso, a que en Palestina no se logre la paz. Los extremistas palestinos están en su agua, como el pez en la profundidad; no tienen un Estado de Dercho sólido y un régimen de derecho al que obedecer. En la medida que en Palestina se logre un Estado Soberano independiente, asimismo el terrorismo quedará subjúdice, al menos ilegalmente, y no tendrá apoyo de la población, que sí busca la paz, y son la mayoría. Pues los extremistas forman una minoría (que no dejan de tener también su derecho a la sobrevivencia), que quedarían aislados si se procede a un reconocimiento de un Estado Palestino por parte de Israel, quien inmisericordemente ha tomado el derecho a la represalia, a mansalva e indiscriminadamente. Si Hamas cede, con el apoyo que le han dado sus conciudadanos, probablemente Israel se vea compelida a ceder, y es que el problema de los descendientes de David no es que no le acepten su religión en todo el Medio Oriente, sino que los dejen “vivir y convivir” en su “Tierra Prometida”.
En cierta forma y medida, los medios de comunicación presentan las dos caras de la moneda que propugnan por una perpetua paz y los dos lados terroristas, de ambas naciones, que obstaculizan la conciliación de dos pueblos que fácilmente pueden convivir juntos, ya que una larga tradición homóloga los identifica, como el original y el facsímil de un documento histórico.
El otrora embajador Ad Hoc de USA, Collin Power, pudo verse como un enviado prefabricado, y podría haber presentado el lado amable de Israel, al ser éste si no sujeto de inmolación, al menos mártir en el Holocausto hetleriano; el objetivo era tratar de acercar, de sobrellevar o acicalar una paz que hoy día pierde brillantez y se hunde cada vez más en el pantano de la injusticia, sin poder salir a flote en estos tiempos de angustias y sordidez, como lo peor del existencialismo humano.
Quizás la nueva embajadora Condoleezza Rice logre los objetivos propuestos, porque si no el irracionalismo y la incomprensión, tanto de las víctimas como de los victimarios, de ambas partes, no podrán ser ocultados por un portafolio consular, por nadie de traje oscuro, corbata gris y cuello blanco. Ojalás los partidarios en nuestro país (el “Comité Pro–Defensa del Pueblo Palestino” y las “Asociaciones Domínico-Israelíes”) no se abroguen el derecho de tener la razón, sin comprender que ambos pueblos tienen razón en sus derechos pariguales.
Aparentemente la embajadora representa a las dos partes racionales, pacifistas de los dos pueblos, mediando un arreglo armonioso e igualitario, difícil de lograr, e integrarlos a un mundo de institucionalidad, respeto a los derechos humanos, el libre albedrío de las ideas, de la libertad, la democracia, la justicia y la equidad social (ideas con las que ambas religiones, la judía-cristiana y la musulmana, no “comulgan” mucho. Quizás exagero. Ojalás; y tanto Jahvé y/o Cristo como Alá así lo quieran; y que nunca sea lo contrario).
En tanto, los guerreristas de ambas partes, incentivados por pasiones religiosas, nacionalistas o intereses económicos y políticos, matizados por una ideología intransigente, fundamentalista, atiborran el camino de la discordia, para que se impida allanarlo con cordura y moderación.
De todo modo, a raíz de este conflicto, el ocaso de la desgracia, de la herrumbre, de la inmigración mundial, del sufrimiento holocáustico, de la trayectoria inmarcesible, del amor hacia el trabajo de un pueblo, como el Judío, se convirtió en el comienzo de esos mismos pesares para el pueblo Palestino. Sólo nos resta decir, tomando las palabras de Octavio Paz, parafraseando al poeta surrealista francés Andre Breton, que si antes del 1948 el mundo le debía una reparación al pueblo Judío, hoy este mismo pueblo y el mundo le deben una reinserción a los palestinos. Que así sea. Inch Allah.
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Dossier 3
Silvano lora:
Exposición del Medio Siglo
El pasado lunes 20 el afamado pintor muralista Silvano Lora dio muestra de capacidad creadora al exponer, en Galería del Arte Moderno, su más reciente obra pictórica en donde se conjugan una serie de materiales como elementos que son desviados de su función original para cumplir otro propósito que comulgan con la ideología del pintor; se pone a prueba una vez más cuál es el objeto de la obra de arte (además de su comunicación estética) y del artista como censor de las desigualdades sociales que son amparados por esta sociedad de dudoso consumo.
En efecto, Silvano Lora toma partido para exponer, mostrar, sugerir y denunciar los defectos de un mundo en contradicción constante que aún no termina, de una vez por toda, de dar un salto cualitativo que pueda barrer con las innúmeras cizañas que corroen al mundo occidental.
“¿Qué ha sido del hombre?”, / “¿Qué ha sido de la vida en esta tierra?”, / “nada permanece tanto como el llanto” son versos de Jacques Viau Renaurd (nuestro poeta domínico-haitiano, fenecido durante la revolución de Abril del 65)y que el también poeta de la pintura se apropia y lo vierte en uno de sus cuadros como un duro filón crítico de las condiciones actuales por la que atraviesa el hombre que, por incontables motivos irracionales, ha devenido en objeto usable, en piedra insensible sobre la cual se martilla y a la vez se encarcela con alambres-púas como barrotes para que no tenga escapatoria, para que no piense y siga sumergido entre tanto llanto.
Lora utiliza, para la creación de su mundo pictórico, esos materiales rústicos, herrumbrosos, oxidados (pedazos de hojalatas, recipientes de sardinas, alambres de púas, platos y cucharas de casi medio siglo, madera ya frágil de tanto estar a la intemperie y trazos de pintura y líneas al carbón), que no fingen como adorno, sino como elementos comunicativos complementarios que se ensamblan para configurar, estructurar nuestra realidad envolvente, para denunciar con sus propios objetos esa podredumbre que, universal, vive quejumbrosa en forma particular en nuestro suelo.
Esos 25 cuadros, que parecen maquetas cuya disminución diagnostica a qué escala se encuentra hoy la vida del humano, son el reflejo vivo de la miseria de la muchedumbre marginal y la opulencia del “polo” opuesto (ver el cuadro “Dos Polos”); la vivacidad del trabajo forzado del mundo obrero en contradicción con la holgazanería del mundo burgués, que mientras aquél labora, éste se da baño de turista, juega al golf y anda a tientas conducido por sus perros sabuesos (ver “Dialéctica”).
Son, asimismo, la muestra de un mundo de opresión política que se ampara en la represión militar-policial como base de sustentación del bloque de dominación capitalista; pero también de resistencia, de toma de conciencia por la consecución de la redención final (“El Cristal con que se mira”); o el grito de desesperación del hombre ante la inminente pérdida de la conciencia (“Nada permanece tanto como el llanto”).
Hay, por igual, un gesto marcadamente satírico que ridiculiza el religiosismo vulgar que muestra el sector de poder en la Semana Mayor (“La Santa Cena”). En este cuadro se escenifica con crueldad crítica la desfachatez de ese sector que siempre ha pretendido limpiarse de pecado con una sutil limosna o dando muestra de sumisión a los “mandatos de Dios”, por lo menos una vez al año, para estar bien con él. Pero la mayor ridiculez, que de ellos resalta a su antojo Silvano, es presentar tan sólo en el cuadro de la “Sana Cena” a once personajes que por su vestimenta y la abundancia de comestible reflejan el mundo burgués desnaturalizado y desvinculado parcialmente del verdadero sentir cristiano. Creemos que la no presencia del décimo segundo personaje materializa la no existencia del cristianismo verdadero por el cual propugnó ese personaje que supuestamente no se encuentra sentado a la mesa de la Santa Cena: Jesús el Nazareno.
También en esa muestra pictórica vislumbran, finalmente, el florecimiento de la esperanza, la consagración de la primavera como estadio que estampa un mundo de siluetas verdes y brillosas, que pronostica el surgimiento del nuevo hombre, que necesariamente no debe emerger de los cimientos de la conflagración mundial, ni de la guerra fría, sino del amor, material o espiritual, pero del amor en fin (“El triunfo de la primavera”).
Para expresar este mundo temático, Silvano ha hilvanado todo un montaje de materiales no tradicionales que a primera vista causan una impresión completamente rústica, pero en la medida que nos vamos penetrando en esa compleja estructura de metal escoriado comprendemos la significación que connota. Como elemento complementario, y ya esto resulta paradójico, se trazan ciertas pinceladas que configuran, dibujan, caricaturan al ser humano, que es el centro de atracción, el motivo principal.
Sin duda alguna, nos encontramos ante la presencia de un material poco común en la era de la técnica del “collage”, y Silvano, maestro del mural y ahora de la maqueta, se anota un tanto a su favor, tanto en el orden de la estética (de la estética rústica, estética de la pobreza, diríamos) como del compromiso con sus semejantes.
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Dossier 4
Auge del periodismo académico
La proliferación que ha tomado en los últimos tiempos en nuestro país el periodismo académico prestigia y enarbola el derecho a la información que tienen los ciudadanos. Estimula, por demás, a que el trabajador de la prensa reoriente sus criterios informativos asimilado a un nivel cultural y pedagógico de amplias proyecciones, de variadas coberturas en la transmisión del mensaje, en tanto se le orienta, se le enseña académicamente la forma de la noticia y la redacción específica, los géneros y los estilos periodísticos, que fuera de las aulas tardaría en aprender, producto de la improvisación y el desconocimiento de los mismos.
Un periodista graduado en materias de comunicación social, avalado por un pensum de asignaturas humanísticas, propone con mayores criterios propios con argumentos más valederos y convincentes, los valores inalienables e irreductibles que deben caracterizar al periodismo moderno: la libertad de información, el derecho a crítica, el despliegue interno, en las páginas editoriales, de la pluralidad ideológica, sin atadura marcial o coerción individual; en fin, la libertad de expresión y difusión del pensamiento, como garante de una convivencia humana, pacífica y que en última instancia puede consignarle al individuo su derecho de justicia social, económica, cultural y la no menos sustanciosa actividad democrática que es inconfundible con el derecho a la sobrevivencia.
Asimilando experiencias del periodismo internacional y, en lo interno, de la más vieja casa de estudio, la UASD, a través de su Escuela de Comunicación, diversas instituciones académicas han integrado a su folio curricular la carrera periodística. De modo que el auge del periodismo académico se observa en próspera perspectiva. Con un futuro inmediato repleto de grandes satisfacciones profesionales, se convierte hoy en asignatura académica obligatoria, en la imprescindible disyuntiva de estudiarse, si bien con más entusiasmo y carisma, con más disciplina pedagógica.
Concomitantemente con el aumento, no menos fructífero, del número de circulación de ejemplares, con la salida permanente de ocho diarios (Listín Diario, Hoy, El Caribe, El Sol, Nuevo Diario, Ultima Hora, El Nacional, La Noticia), y conjuntamente con la creación del Colegio Dominicano de Periodistas, varias universidades se incorporan al academicismo de la comunicación social.
La Universidad Central del Este -UCE-, Universidad Católica de Santo Domingo –UCSD-, Univedrsidad Dominicana O&M, Universidad CDEP, Universidad Tecnológica de Santiago -UTESA, Universidad Interamericana -UNICA-, entre otras, han allanado el camino graduando periodistas, que si bien se experimentan finalmente en las salas de redacción, primero pasan por un tamiz purificador, de aprendizaje constante, diverso. Pero también se ven inmersos, estos discentes, en un mundo comunicacional en pugilato, como lo es el mismo centro de las aulas, entre acólitos o apologistas de la libertad plural de información y diletantes defensores de otras lides ideológicas.
Esta coyuntura nos ofrece varios aspectos, a saber: que el periodismo académico, a fin de cuenta, se impone como carrera inevitable favoreciendo al alumno y a la misma empresa a la cual iría a laborar; que adquiere un relieve atractivo e importante como tribuna, por cuanto todo aspirante a periodista debe comprender para abrirse paso en la prensa moderna y obstruir todo intento de coacción del pensamiento y su secuela de horrores y estropicios ideológicos o violencias políticas o exploración económica; que, como carrera da prestigio y respecto y, en un futuro no muy distante, una mayor y mejor seguridad social por todo lo que significa el CDP; y que, por último, garantiza un aumento de las fuentes de ingresos del periodista titulado. Además de las salas de redacción (periódico, radio, televisión, cine...), de las relaciones públicas, estatales y privadas, pululan hoy, inenarrablemente, salones docentes, donde afluyen los ya experimentados periodistas a ofrecer sus conocimientos.
Para mayor prestigio de las escuelas estos profesionales de la comunicación observan conductas intachables en cuanto a sus valores culturales y su conocimiento en materia periodística. Bonaparte Gautreaux Piñeyro, Francisco Comarazamy, Pedro Gil Iturbides, Dania Goris, Giussepe Rímoli, Onofre de la Rosa, Adriano de la Cruz, Lipe Collado, Alberto Malagón, Alberto Villaverde, José Luís Sáez, Félix Frank Ayuso, Rodolfo Coiscou Weber, entre otros de no menos solvencia académica, se constituyen en estandartes enarbolados, en intermediarios de la instrucción informativa, en maestros que fungen de mecenas a la hora de impartir sus conocimientos; pero también en acorralados polemistas convertidos en blancos de dardos que lanzan los educandos, pues éstos se sienten en plena libertad de oponer ideas, de entrecruzarlas y chocarlas con las que les envían, adheridas a sus conciencias de maestros, aquellos profesionales que permiten que el libre albedrío de las ideas fluya sin ataduras ni mordazas por los aires de las aulas.
Es innegable, en consecuencia, que el auge del periodismo académico que crece diáfanamente en el orbe nacional asegura, maximiliza el inmarcesible derecho del hombre a la información. Por lo pronto, este derecho debe garantizarse tanto por instancias jurídicas, por tradiciones consuetudinarias, como por el sesgo y el desvelo de los mismo profesionales del periodismo impuesto como tarea. Esta tarea debe ser realizada, configurada no al margen de las reglas del juego que precisa el respeto mutuo. Todo lo contrario. Es decir, que haya libertad tanto para la réplica como para la adhesión con respecto al mensaje informativo. Rechazar de golpe y porrazo el totalitarismo alienable, unívoco, incontestable, de la información. “Si no se da esto -según la feliz expresión de un periodista español- no es periodismo; es relaciones públicas comercial o propaganda ideológica”.
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Dossier 5
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La democracia. forma de organizacion social concebida durante el periodo de la civilizacion greco-romana "poder del pueblo" mucho antes existia el Estado como aparato de dominacion y subordinacion del pueblo, tal es la democracia concebida en las mentes mas preclaras que en el libro "La republica" de Platon concibe y acepta como bueno y valido el estatus quo reinante de esa epoca. Con una clase dominante que impone todo lo conveniente a su existencia como tal. Justificaba las demas clases subordinadas a la realeza y cortesanos para cumplir un papel necesario en la labores de produccion a favor de esas castas gobernantes. Justificaba la esclavitud como fuente necesaria para el trabajo aunque fuera forzado. Lo mismo ocurrio con la revolucion burguesa Norteamericana que establecio la independencia en 1776 que en su constitucion no considero los derechos de los indigenas, los negros esclavos, y las mujeres, ufanandose sus precursores de llamar "democracia participativa" a su movimiento independentista cuyo motivo principal fue el impuesto al te por parte de los Ingleses. Vemos como de intereses puramente economicos particulares los hateros de unen para instalar su propio gobierno con sus propias leyes.
ResponderEliminarMiguel Pujols.
Posdata. Esta parte va como una reflexion, que sin duda el autor nos dejo implicito en nuestro pensamiento al publicar este trabajo.